Hoy reseña/crítica/comentario de LOS NÁUFRAGOS DEL TIEMPO VOLUMEN 5 con el que las aventuras de Christopher Cavallieri llegan al final de su recorrido de la mano de Paul Gillon a través del espacio y el tiempo, con un acusado declive en la serie.
LOS NAUFRAGOS DEL TIEMPO 5 de Paul Gillon: ***1/4
Tras el derroche de los álbumes previos, Gillon parece querer buscar una conclusión al recorrido de los protagonistas, una justificación de su raison d´être con la que darle sentido a su propia existencia y experiencias vitales. La solución es al tiempo previsible e inevitable. Tras ocho episodios previos y cuatro ciclos de viajes, el autor parece cansado de hacer que sus personajes sigan dando tumbos por la galaxia y decide hacerlos retornar a la tierra ("Terra") en el primer capítulo de este tomo. Pero el planteamiento resulta de base un tanto arbitrario, dado que esta sigue infestada de nuevas mutaciones que han quedado tras el paso de la gran plaga (y que justifican una serie de escaramuzas del ejército gubernamental diseminadas a lo largo de las primeras páginas con la mera excusa de mostrar el nuevo catálogo de bichos y seres fantásticos) y por lo tanto existe una división de opiniones a la hora de iniciar un masivo éxodo de retorno humano que no acaba de resolverse satisfactoriamente.
Al tiempo, encontramos a bordo de la nave circo que rescató a los personajes de Orkand al final del ciclo previo, una serie de reiteraciones situacionales que no hacen sino demostrar el incipiente cansancio narrativo del Gillon guionista, con las sempiternas conspiraciones internas de Valerie o las sorpresas forzadas, como la nueva aparición de Karlain. Asimismo el cada vez más sangrante pesimismo de Chris no hace sino girar en una obsesión escapista e individualista, propiciando una fútil huida y algún conato de explosión de su ego rebelde, que en este caso no le llevarán más que a asumir el cumplimiento de su destino; salvar la tierra. Pero donde la madurez previa de los personajes propiciaba estimulantes reflexiones, el desarrollo de los mismos parece ahora estancado, llevando a lugares comunes lo que antes abría nuevas posibilidades. El caso más doliente lo encontramos en Elodie, una jovencita liberal y combativa a la que se le atisbaban intereses lésbicos en el robot Bebbé durante el capítulo anterior, pero que ahora se lanza de buenas a primeras a los brazos de Chris, repentinamente enamoradísima del héroe, en un ataque de desubicación emocional inaudita.
Con todo y pese a la débil excusa argumental (Chris y Valerie tienen un implante en el cerebro que les permitirá abrir un satélite puesto en órbita en el siglo XX y ahora caído y encontrado en la tierra, con la solución para la gran plaga y sus secuelas, entonces ¿por qué no se usó cuando la plaga comenzó a hacer estragos en la humanidad? ¿por qué esperar mil años de penurias y ataques a usar un arma que habría protegido al ser humano desde el principio?), el segundo álbum "Criptómero", mejora la sensación previa y el sentido aventurero retoma el pulso. Tanto la fuga de Beryl y Valerie (seguidas por Elodie) a modo de cliffhanger previo, como la delimitación de la aventura final (búsqueda subterránea del virus primigenio) con un objetivo concreto, ayudan a que el tablero se vea ya con claridad y la jugada final de Gillon se enriquezca con pinceladas de acidez e ironía, como el descubrimiento que el parásito primigenio causante de la "gran plaga" fue en realidad el primer ser vivo de la tierra y que el hombre del siglo XX activó sus defensas naturales con la contaminación, las guerras, etc...siendo la humanidad la auténtica plaga depredadora de la tierra.
Además la fatalista visión que Chris tiene del ser humano resulta ya desoladora, pues llega a decir antes del acto final "¡Que más dá! Tenemos que preservar nuestra especie egoísta al precio que sea, ¿no?" resultando su última aportación igualmente amarga; "Pertenecemos a esta humanidad que no sabe controlar su propio destino", "Esta victoria es un duelo, acabamos de sepultar el pasado de la humanidad". Hay que añadir a estas reflexiones el gran pulso narrativo visual de Gillon, que se reactiva con una rocambolesca aventura en Venecia de las tres mujeres despechadas (una especie de revival entre "La Isla del Doctor Moreau" y "El Señor de las Moscas") y el viaje al fondo de la tierra en busca del virus, cargado de peligros en el que sucumbirá uno de los protagonistas.
Pese a la irregularidad entre los números (mucho mejor el segundo a mi juicio), Gillon consigue cerrar con bastante aplomo la saga, alcanzando un final sólido aunque quizás un tanto abrupto. Por supuesto lo que no ofrece ambages ni debilidad alguna es el dibujo, soberbio, del autor, lleno de potencia y expresividad, un deleite continuo, que junto al hecho de representar el cierre de una serie magnífica, justifica y compensa por completo la adquisición de este último tomo de LOS NAUFRAGOS DEL TIEMPO.
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