Hoy solo un innecesario recordatorio de lo que la mayor parte de los lectores de este y similares blogs ya sabrán de sobra desde hace tiempo: el cine abre sus puertas en modo low-cost durante tres días.
Pues como la propia imagen se encarga de resumir el asunto de modo visual y directo, aquí no queda sino divagar un poco sobre el tema. Año tras año, evento tras evento, las salas de cine españolas se encargan de probar por enésima vez que a la gente le gusta ir al cine y disfrutar en pantalla grande de las películas con toda la parafernalia. Pero a un precio acorde a su bolsillo y a la calidad que las películas ofrecen, pues no nos engañemos, ya no se estrenan tantos títulos de calidad que justifiquen la asistencia impenitente del cinéfilo a las salas. De este modo si a un espectador, que no deja de ser un consumidor, se le ofrece una opción cara para comprar un producto de baja calidad lo más lógico es que este deseche el consumo por esa vía y acceda al producto por un camino más económico (la descarga o la piratería directa). De este modo rentabilizará la calidad con el precio reducido y la cantidad. Es un axioma inamovible. Si quiero algo de calidad, pagaré por la misma. Si no se me asegura la calidad, lo buscare barato. El cine es un entretenimiento, un arte popular al alcance de todos y que todos disfrutamos en mayor o menor medida, pero asumir que cada cinta que se produzca y se estrene posee el mismo valor artístico y por ende el espectador/consumidor deba pagar lo mismo por ellas, es abocarlo al hundimiento de taquilla que el sector viene observando desde hace años.
Como pusilánimes plañideras, los "artistas" claman al cielo (al Gobierno, todopoderoso legislador de los asuntos que le interesan y/o les den más dinero) continuamente por más ayudas y protección, cuando no obligación de consumir un cine -el nacional- que al parecer poca gente quiere ver. Esto se demuestra como una trola gordísima (que decíamos en mi pueblo) cuando títulos estupendos como la reciente "Ocho apellidos vascos" arrasa en taquilla. El público español quiere ver lo que le de la gana. Quieran esto los "artistas" o no. Si la película se columbra malucha o del montón, vía crítica, comentario o Boyero de turno, a un precio de billete colorado para arriba casi seguro que me quedo en casa y la veo por internet o cuando la calidad de la descarga sea aceptable. Si queréis os lo miro, pero vamos, que casi seguro que sí.
De este modo, primero, ni la demanda constante de anti-piratería va a lograr que la gente vaya a ver cosas que no le interesan, ni segundo, el bolsillo seriamente tocado del consumo mayoritario va a pagar el exceso que las distribuidoras siguen imponiendo con la ayuda de -y gracias también a- la perenne tajada que el Estado se empeña en sacar a todo el mundo, todos los negocios y todas las transacciones a su alcance.