Hoy reseña/crítica/comentario de EL MARTÍN PESCADOR. La última entrada del año quiero dedicarla al cómic en general, y a Luis Durán en particular. Por ser el autor protagonista en cuestión uno de mis demiurgos favoritos dentro de la disciplina, y el tebeo uno de esos mundos en paralelo al que tanto (necesaria y agradecidamente) he acudido durante este capítulo 2010.
EL MARTIN PESCADOR de Luis Durán: ****
La fabulación sin límites, la escisión entre realidad e ilusión, el abismo entre los recuerdos y las invenciones recordadas asumen el protagonismo absoluto de un relato cuya finalidad última parece querer acercarse a algo tan intangible, tan indefinible e inevitable en el recorrido vital del ser humano como es la identidad. Un concepto que atormenta a Durán, capaz de sugerir infinitas posibilidades, abrir multitud de puertas y cimentar montones de preguntas, a las que el arriesgado lector de sus creaciones deberá aproximarse con la mayor de las cautelas si no quiere perderse para siempre dentro de su imaginario desbordante, onírico y genial. Seguirle no es tarea fácil, vaya este aviso por delante, pues su ritmo narrativo cadencioso, pausado y plagado de elipsis y espacios en blanco ha de servir para asimilar con propiedad sus ideas, el paso del tiempo y la evolución e introspección emocional de sus caracteres. Pero si se consigue evitar la inmediatez inherente que se suele demandar a cualquier narración y se adapta nuestro tempo al de Durán, entonces el lector se encontrará a los albores de una experiencia incomparable.
De nuevo el pasado parece comerse las posibilidades de un presente cíclico y anclado para los personajes de una historia extraña y poliédrica, donde un pueblo sumergido bajo un pantano ejerce de poderosa imagen visual para el detonante de los recuerdos que Martín, el escritor protagonista, recupera con dobles intenciones, consiguiendo con un encargo alcanzar una parte olvidada (y adornada por exclusión selectiva de recuerdos) de sí mismo. Un recorrido exigente y de exposición paralela complicada pero absorbente, que consigue transmutar al lector en protagonista gracias a la reflexión forzada a la que Durán nos conduce con una facilidad magistral para la sugerencia y la estimulación sensorial. De este modo nuestras propias memorias aflorarán en un juego interno finalmente abierto pero subyugante en el que se atisban las posibilidades de la felicidad flotando sobre la superficie del agua.
Una obra extraordinaria e hipnótica, cargada de metáforas bellísimas y dobles lecturas, que recomiendo rabiosamente a cualquier distraído turista accidental en el mundo del cómic, al tiempo que impongo a Luis Durán como autor referencial y asignatura pendiente para amantes del noveno arte que todavía no le conozcan. Creación obligada que ahora mismo se encuentra de saldo en la reticente a desaparecer Crisis Cómics. Un paseo por las calles de Malasaña en Madrid y la adquisición de este tebeo son dos de los mejores regalos que pueden hacerse para comenzar un nuevo año con esperanza.
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