Hoy reseña/crítica/comentario de ROCKY de Jaime Hernández. Aprovecho la recuperación de este olvidado trabajo de uno de los grandes del Noveno Arte moderno para comenzar su presencia en el blog. El resultado, incluso siendo evidente su carácter iniciático, es sencillamente magnífico.
ROCKY de Jaime Hernández: ***1/2
No solo se trata de poder disfrutar de los primeros pasos de un titán del tebeo, sino de hacerlo en la mejor edición imaginable que recupera su tamaño original de comic book y que nos ofrece la posibilidad de deleitarnos con uno de los mejores blanco y negro de la historia del medio en toda su exultante ebullición inicial. He de confesar que Jaime Hernández es mi hermano favorito de la familia de artistas dedicados al cómic. Cierto es que la celebérrima PALOMAR de Beto se cuenta por méritos propios entre los grandes títulos del cómic moderno, pero como artista autónomo fuera del pueblo y de los vaivenes de Luba y alrededores, su capacidad narrativa se ha ido tornando más críptica y pesarosa con el devenir de los años, más densa y algo abotargada en títulos siempre interesantes, personales y de soberbio dibujo, pero de una potencia cada vez más difuminada y aleatoria, mientras que Jaime ha ido adquiriendo una robustez a prueba de bombas con cada ensanche y expansión de su saga LOCAS, en cada una de sus muy diversas ramificaciones.
Con ROCKY nos ofrece una delirante serie de páginas nacidas en la fundacional LOVE & ROCKETS con una joven adolescente afroamericana como protagonista, siguiendo unos parámetros equidistantes, aunque mucho menos ambiciosos, que los que emplease al comienzo de su serie-río; mezcolanza irreverente de fantasía, humor, rebeldía e imaginación desbordante. Lo entrecortado y breve de la propuesta se salva con creces gracias la avasalladora puesta en escena de un Jaime Hernández nacido para dibujar y narrar historias llenas de humanidad, espontaneidad y frescura. El suyo es un talento para los pequeños aspectos de la vida cotidiana que disfrazaba en estos inicios de su carrera de grandes aventuras espaciales o estrambóticas propuestas, pero siempre focalizando sobre los sentimientos de unos caracteres vivos y cercanos con los que empatizamos irremediablemente al poco de conocerlos. Añadiendo a esto su descomunal capacidad para el dibujo, de una naturalidad sobrenatural, valga el fácil juego de palabras, obtenemos una obra pequeña y modesta que apunta y contiene todas las claves que eclosionarían en una de las grandes obras maestras del Noveno Arte.
De la edición de ROCKY se encarga la editorial Fulgencio Pimentel, que ejecuta un libro primoroso y exquisito. Una obra de arte al tiempo que artículo de lujo dadas su presentación y precio, con papel de alto gramaje, tapa dura, sublime impresión y escaneado. Cierto es que para el lector medio puede suponer una seria -o dolosa según se mire- inversión pagar tanto por tan pocas páginas de cómic, pero en este caso cada viñeta es una delicia para degustar una y otra vez y eso no tiene precio. Además, asistir al comienzo artístico de uno de los grandes con una edición que ralla a tanta altura como el nombre de Jaime Hernández dentro de la disciplina es un lujo y un placer que solo podremos concedernos muy de vez en cuando. Esta es una de esas ocasiones.
Con ROCKY nos ofrece una delirante serie de páginas nacidas en la fundacional LOVE & ROCKETS con una joven adolescente afroamericana como protagonista, siguiendo unos parámetros equidistantes, aunque mucho menos ambiciosos, que los que emplease al comienzo de su serie-río; mezcolanza irreverente de fantasía, humor, rebeldía e imaginación desbordante. Lo entrecortado y breve de la propuesta se salva con creces gracias la avasalladora puesta en escena de un Jaime Hernández nacido para dibujar y narrar historias llenas de humanidad, espontaneidad y frescura. El suyo es un talento para los pequeños aspectos de la vida cotidiana que disfrazaba en estos inicios de su carrera de grandes aventuras espaciales o estrambóticas propuestas, pero siempre focalizando sobre los sentimientos de unos caracteres vivos y cercanos con los que empatizamos irremediablemente al poco de conocerlos. Añadiendo a esto su descomunal capacidad para el dibujo, de una naturalidad sobrenatural, valga el fácil juego de palabras, obtenemos una obra pequeña y modesta que apunta y contiene todas las claves que eclosionarían en una de las grandes obras maestras del Noveno Arte.
De la edición de ROCKY se encarga la editorial Fulgencio Pimentel, que ejecuta un libro primoroso y exquisito. Una obra de arte al tiempo que artículo de lujo dadas su presentación y precio, con papel de alto gramaje, tapa dura, sublime impresión y escaneado. Cierto es que para el lector medio puede suponer una seria -o dolosa según se mire- inversión pagar tanto por tan pocas páginas de cómic, pero en este caso cada viñeta es una delicia para degustar una y otra vez y eso no tiene precio. Además, asistir al comienzo artístico de uno de los grandes con una edición que ralla a tanta altura como el nombre de Jaime Hernández dentro de la disciplina es un lujo y un placer que solo podremos concedernos muy de vez en cuando. Esta es una de esas ocasiones.
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