Hoy comentario/reseña/crítica de la primera temporada de PENNY DREADFUL. La productora Showtime que nos trajo DEXTER y CALIFORNICATION continúa amplificando el rango y variedad de sus propuestas con una serie de época a caballo entre la literatura fantástica, el suspense, el horror y el drama.
Los desiguales resultados de la nueva propuesta de Showtime se deben tanto a su ambición a la hora de acaparar personajes atractivos sacados de la literatura y la cultura popular, como a la dispersión temática que puebla el grueso de los ocho episodios que componen esta primera ronda, tan solo atados por el débil hilo argumental de la recuperación de unas extrañas garras vampíricas de la hija (Mina) de Timothy Dalton (aka Quatermain). Su pequeño séquito de especialistas para llevar a cabo dicha tarea se compone de una radiante -en el sentido artístico de la palabra- Eva Green, que acomete uno de los esfuerzos actorales más intensos y conseguidos de su carrera como una sosías de Lucy Westenra que invierte el protagonismo respecto a Mina, el solvente Josh Harnett (ocultando un secreto a voces hasta el último capítulo al tiempo que hace las veces de Tom Sawyer y del Nathan Algren/Tom Cruise de EL ULTIMO SAMURAI, también con guión de Logan) y un desconocido con evidente soltura, Harry Treadaway poniendose el traje de doctor Frankenstein. A estas alturas queda claro que LA LIGA DE LOS HOMBRES EXTRAORDINARIOS de Alan Moore parece haber poseído buena parte del libreto de Logan, pero precisamente si algo le sobraba a la -digamos- discreta adaptación fílmica con Sean Connery, es justo lo que le falta a esta nueva puesta en escena televisiva: acción.
Lenta, muy lenta, con más aplomo del necesario y un impecable, pero excesivo trabajo de guión sobre los caracteres, avanza PENNY DREADFUL hacia un final de arco anticlimático, tras haber quemado sus cartuchos de calidad actoral y escénica demasiado pronto. Ni la aparición de un sinuoso Dorian Gray, el acompañamiento silencioso de un émulo africano de Queequeg, el profesor Van Helsing en los avejentados rasgos de David Warner ni la magnífica criatura compuesta por Rory Kinnear (el primer ministro forzado a la zoofilia en el impactante primer capítulo de BLACK MIRROR), cuyas reflexiones devienen en los segmentos más poéticos y hermosos de la serie, suponen el suficiente peso específico como para hacer levantar el vuelo al serial de su cadenciosa puesta en escena. Portentosas fotografía y dirección artística, ejemplar puesta en escena con una ambientación soberbia, incluso el estupendo trabajo musical de Abel Korzeniowski son puntos que se suman al haber de la propuesta, pero la trama es débil y los episodios resultan ocasionalmente inconexos, brillantes algunos de modo independiente, pero fallidos en su sucesión conjunta.
No obstante, e incluso con todos los peros mencionados en su contra, PENNY DREADFUL es una serie magnética y atractiva, de indudable interés artístico y muchas posibilidades futuras en caso de enderezar la firmeza de su hilo argumental al tiempo que enriquecerlo con interesantes subtramas, para las cuales, material hay de sobra si tenemos en cuenta la literatura disponible al respecto. Esperemos que así sea, pues la segunda temporada está en marcha.
Lenta, muy lenta, con más aplomo del necesario y un impecable, pero excesivo trabajo de guión sobre los caracteres, avanza PENNY DREADFUL hacia un final de arco anticlimático, tras haber quemado sus cartuchos de calidad actoral y escénica demasiado pronto. Ni la aparición de un sinuoso Dorian Gray, el acompañamiento silencioso de un émulo africano de Queequeg, el profesor Van Helsing en los avejentados rasgos de David Warner ni la magnífica criatura compuesta por Rory Kinnear (el primer ministro forzado a la zoofilia en el impactante primer capítulo de BLACK MIRROR), cuyas reflexiones devienen en los segmentos más poéticos y hermosos de la serie, suponen el suficiente peso específico como para hacer levantar el vuelo al serial de su cadenciosa puesta en escena. Portentosas fotografía y dirección artística, ejemplar puesta en escena con una ambientación soberbia, incluso el estupendo trabajo musical de Abel Korzeniowski son puntos que se suman al haber de la propuesta, pero la trama es débil y los episodios resultan ocasionalmente inconexos, brillantes algunos de modo independiente, pero fallidos en su sucesión conjunta.
No obstante, e incluso con todos los peros mencionados en su contra, PENNY DREADFUL es una serie magnética y atractiva, de indudable interés artístico y muchas posibilidades futuras en caso de enderezar la firmeza de su hilo argumental al tiempo que enriquecerlo con interesantes subtramas, para las cuales, material hay de sobra si tenemos en cuenta la literatura disponible al respecto. Esperemos que así sea, pues la segunda temporada está en marcha.
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