Casi sin avisar llegó, se adquirió y devoró el último número de la serie zombie de Robert Kirkman. Un serial que no desfallece en continuidad, pero que en este número acusa algo de cansancio y reiteración.
LOS MUERTOS VIVIENTES 16 de R. Kirkman y Charlie Adlard: ***
Es comprensible el agotamiento de la fórmula; tras casi cien números (el último que alcanza este tomo es el 96) y manejando una continuidad espacio-temporal de cierta lógica, el grupo de supervivientes capitaneado por Rick ya ha superado cuantas amenzas y pérdidas sea posible imaginar. De cuando lo terrible se convierte en cotidiano por repetición. Un eco de muchas situaciones vitales que el tebeo de Kirkman sufre de modo acusado en este número a pesar de sus ímprobos esfuerzos por sostener la coherencia de los personajes y hacerles moverse en función de una lógica interna que nunca traiciona. Un punto a favor del guionista que sin embargo produce cierto tedio al conocedor de los mecanismos del suspense de la serie. Como apuntaba El pequeño misántropo en el país de los sueños, la táctica Nirvana de calma-tormenta puede seguir siendo válida, pero a estas alturas produce más renuencia que interés. Para colmo de aburrimiento los lápices de Adlard cumplen bajo mínimos en esta ocasión y en general se nota que estamos ante capítulos de mera transición y espera al aniversario de la centena, que ojalá traiga un auténtico bandazo a la serie con el que reactivar su potencia ahora difuminada. Sigue siendo un cómic sólido y entretenido, pero LOS MUERTOS VIVIENTES ha sido mucho más. Esperemos que vuelva a serlo.
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