El cine palomitero veraniego, blockbuster o como se prefiera tiene como padre espiritual a Steven Spielberg y la década de los 80 como epicentro de eclosión (con los avisos previos de TIBURÓN o STAR WARS). Treinta años más tarde su admirador televisivo más confeso y manifiesto le intenta insuflar vida al recuerdo de una época.
SUPER 8 de J. J. Abrams: ***
El entretenimiento está asegurado, los clichés y lugares comunes se suceden sin parar, el ritmo y el suspense se dosifican mostrándose exponencialmente. Todo hilvanado, urdido y planificado para que la cinta funcione como un mecanismo de relojería, y como tal se nos presenta a un son marcado hace treinta años con las mejoras digitales de los tiempos modernos; lustroso, lujoso, reluciente, replicado. Todo es previsiblemente simpático, cada personaje responde a un estereotipo y una demanda emocional fácilmente identificable, que unida a un reparto infantil solvente (más que solvente en el caso de la pequeña Fanning) y un guión de "une los puntos" tan simple como efectivo rellenan casi dos horas de imágenes que lejos de agolparse o resultar redundantes, convierten la debilidad de lo expuesto en su razón de ser. De este modo la propia película se convierte en macguffin generacional enarbolado como emblema en alto por un director tan afín a nuestros gustos (y con apoyo de papa Spielberg que subvenciona la suma de retales de su mejor cine espectáculo pasado) que parece prescindir de cualquier otra consideración, cegado por el brillo de tantos gratos momentos que Amblin nos entregara en su momento.
Y ese es quizás el pero más destacable de SUPER 8, que se empeña tanto en el "revival" que prescinde de cualquier aspecto que la ate a una mínima evolución genérica o cinematográfica ya no solo contemporánea sino estilística o autoral, pecado capital si tenemos en cuenta que esa era una de las líneas maestras dejadas a las manos de unos Dante, Donner o Zemeckis capaces de encontrar su propia voz en la narración juvenil, de acordar un pacto de tu a tu con el chaval que cada uno llevaba (o era entonces) dentro, haciéndolo cada uno de ellos con sus propios recursos, ideas, humor y maneras. Resulta por lo tanto casi petulante el discurso fílmico aséptico y hagiográfico que Abrams lleva abrazando en su corta -y pese a todo, dados los tiempos de Michael Bay- estimable filmografía; todo se reduce a fórmulas. MISIÓN IMPOSIBLE 3 no dejaba de ser un hiperbólico episodio de lujo estirado, homenaje a una serie a la que ya rindió sobrado tributo con otra serie (ALIAS), STAR TREK 2009 suponía la "starwarización" -valga el palabro- de una saga mucho más sugerente y rica que las superficiales aunque espetaculares y trepidantes nuevas aventuras de los rejuvenecidos tripulantes del Enterprise, y esta SUPER 8 deviene en colcha temática de referencias multiples dirigidas o producidas décadas atrás por Spielberg: E.T. EL EXTRATERRESTRE, EXPLORADORES, LOS GOONIES, etc...pero también con guiños más que evidentes a trabajos recientes producidos por el propio J.J. como MONSTRUOSO o PERDIDOS.
Si bañamos todo esto con una puesta en escena más que correcta (con secuencias incluso brillantes como el descarrilamiento del tren o el ejercicio de planificación del ataque al autobús), la fotografía naturalista añeja, un trabajo musical de Michael Giacchino tan deudor (mucho de Williams, pero también algo de Horner) como resultón pese a cierta falta de estímulo e imaginación general, e incluso el homenaje a Drew Struzan con el poster, el resultado en conjunto se inclina hacia la recomendación sin pretensiones. Las aspiraciones de Abrams siguen siendo prácticamente nulas, pero ejecuta un saber hacer calculado y sin riesgos que lejos de resultar frío, curiosamente funciona como revulsivo contra la industrialización de un cine -el de consumo mayoritario- que intenta idiotizar al espectador tomándolo por bobo al darle fuegos artificiales en 3D sin plantearle unos mínimos emocionales y narrativos que sirvan al menos de esbozo en su estructura y forma cinematográfica. Ya se sabe, en el país de los ciegos...
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