Para esta ocasión quiero recuperar la reseña que escribí en su momento con motivo del estreno de ZODIAC de David Fincher sobre su banda sonora, obra de David Shire. Un trabajo espléndido que nunca me cansaré de reivindicar.
ZODIAC de David Shire: ***1/2
El cine de David Fincher se ha caracterizado desde su inicio por una apuesta intuitiva pero absolutamente precisa en el apartado musical de sus películas. Quizás espléndido lastre de formación profesional (recordemos el origen en el mundo del video clip del realizador), quizás por una visualización y puesta en escena marcada por ese énfasis en exceso esteta (por lo que se le ha venido atacando no sin motivos desde el comienzo de su andadura cinematográfica y algo de lo que prescinde casi por completo en esta cinta) empujado hacia el apoteósico colapso nervioso audiovisual o la mera tomadura de pelo onanista según las voces que se alcen a favor o en contra, sea como fuere el celuloide de Fincher ha tenido la suerte de verse arropado siempre por soberbias bandas sonoras.
Partiendo de una concepción escueta e intimista para ciertas escenas asociadas a los personajes (piano y trompeta solista) y otra más orquestal - centrada en la sección de cuerda principalmente - para las partes más arraigadas en la evolución del caso, Shire construye un pequeño puzzle musical, equivalente al enorme que los protagonistas intentan desentramar, con piezas a cada cual más sencilla y acertada. La idea central del viaje que se nos propone es la sobriedad de lo eficaz, la grandeza de lo pequeño, la contundencia de lo no estruendoso. La aplicación de ese menos es más (tan caro de ver hoy día) y la sensación de irresolución en la música a la que el compositor se refiere en las notas del estupendo disco editado por Varése, son los elementos de los que el músico se vale para conseguir desarmarnos, dejándonos a merced de una plasmación sonora tan absorbente e implacable que resulta difícil de alcanzar y que tan solo los grandes parecen conseguirlo con tanta facilidad.
La línea melódica se bordea de forma ajustada en pasajes como “Graysmith”, donde el piano transmite por si solo una fascinante frialdad compasiva, al tiempo que rebela cierto toque obsesivo difuso que apela a ese continuo empeño del personaje central por averiguar la identidad del asesino, o momentos como “Trailer Park” con guitarra acústica (que como curiosidad resuena al Shore de “Crash”) y “Dare to Dream” de nuevo con el piano y uso del ostinato herrmaniano de la cuerda. Sabedor de que el traspaso de esa línea supondría romper el concepto de Fincher sobre el acercamiento emocional excesivo, Shire aparca la melodía rotunda para los bonus tracks del compacto en los cortes “Toschi´s Theme” y “Graysmith´s Theme” no incluidos en el film, en especial para el primero de ellos. De este modo se centra en el ambiente malsano, asfixiante, lánguido y desolador de fragmentos de enorme fuerza como “Aftermath” (sublime intervención a cargo de John Pearson a la trompeta) o “Law & Disorder”. Por otro lado crea pasajes más livianos, pero igual de exitosos en “Graysmith Obsessed”, una suerte de scherzo para pizzicatos con el contrapunto del piano y su agresiva continuación en “Closer & Closer” con una imponente presencia final de la cuerda, completando una partitura cuya excepcional calidad se engrandece en las imágenes tanto como se disfruta en su atenta audición externa.
Para un film tan admirable como frío, tan quirúrgico como inteligente, Shire aporta el alma (o los resquicios que de ella nos logra hacer llegar), el distanciamiento imposible del ser humano de hechos tan terribles así como la implicación del espectador (y el oyente del disco en paralelo) a lo largo de un metraje tan extenso como bien entramado. Conseguir eso con tamaña economía de medios (menos de 40 minutos de música en una película de más de 150) no solo es un logro enorme, es toda una declaración de principios. Definitivamente el que tuvo retuvo.
Puedes leer la reseña original en Scoremagacine.
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