Como admirador del trabajo de Jonás Trueba, la llegada de la primera película de Itsaso Arana se presentaba como cita obligada. Pero las ganas y las expectativas han sido ampliamente superadas por el mejor debut en la dirección que recuerdo en décadas en el cine español.
LAS CHICAS ESTÁN BIEN
El punto de partida deviene muy cercano a los estilemas conceptuales de Jonás en cuanto a los personajes: una reunión de cinco mujeres en una casa de campo en la que ensayar una obra, dirigida por una de ellas. Una idea que falsamente podríamos acercar a la excusa teatral, ya que ese no es el objetivo de Arana, sino uno más de los elementos que mete en su crisol narrativo. Los originales títulos de crédito iniciales dejan claro esto con una pantomima visual en forma de batiburrillo temático sobre lo que vamos a ver: muchas cosas, todas ellas conectadas con las lecciones bien aprendidas del cine de Jonás, pero llevadas a un lugar nuevo con un brío inesperado y colorido.
Porque si hay una característica que definía el cine de Jonás hasta la llegada al mismo de Itsaso, era esa materia ilusoria que lo bañaba todo (incluso en "La Reconquista", pero no ya en "La virgen de agosto" en la que ella participó en el guión). Primero sus personajes, náufragos poéticos autoconscientes de su propia existencia que deambulan por Madrid con aires a Godard y Rohmer, y segundo el halo romántico hacia el propio cine, la literatura, la música y la experiencia del amor como motor vital inaprensible de un recorrido siempre emocional e interior. Sin embargo Arana abre las ventanas de su edificio fílmico y ventila los espacios de forma inmediata. Con cinco protagonistas maravillosas y llenas de vida como punto de partida, pero también con una puesta en escena modélica que traduce el diálogo polifónico de sus personajes con un ritmo ameno que nunca pierde el pulso ni se abandona a tiempos muertos contemplativos musicales y otros vicios literarios de Jonás.
Esa luminosidad en la narrativa (que se acentuaba en la segunda parte de "Tenéis que venir a verla" de Jonás), aquí brilla con momentos de una belleza visual apabullante (la niña tumbada sobre los colchones que esconden un guisante). Pero más importante todavía, el contenido emocional de las protagonistas versa sobre todos los temas cardinales emotivos que uno pueda imaginar: la maternidad, las relaciones familiares, el amor (desde luego, pero no como algo introspectivo que se arrastra sino como una idea a la que aspirar y se debe compartir), el cambio generacional, el arte y muchos más.
Todo ello no sería posible sin unas actrices sólidas delante de la cámara, y si la propia Itsaso (bellísima con su look desenfadado y pelo corto) resulta soberbia en su papel, de una naturalidad desarmante, así como unas convincentes Irene Escolar, Itziar Manero y Helena Ezquerro, ninguna de ellas es rival para la maestría de Bárbara Lennie, que con un rol algo más esquemático sobre el papel, es capaz de atravesar la imagen con sus intervenciones y alcanzar una profundidad y emotividad alucinantes. Pero es que además, en conjunto sus reflexiones grupales devienen en lo mejor de la película (como la charla nocturna sobre la muerte, posiblemente la mejor filmada del largometraje) y su interacción un deleite para los sentidos. Además, Arana les regala a todas ellas una escena individual de lucimiento en la que pueden brindar lo mejor de su registro dramático, sin perder en ningún momento la cohesión del relato en el camino.
La fotografía, la selección musical, el montaje y por ende la propia película rayan a un nivel excelente. Pero si tenemos en cuenta que la dirección, el guión y uno de los papeles protagonistas son obra de Itsaso Arana, tenemos que concederle a ella el (enorme) mérito de completar de forma tan exquisita "Las chicas están bien" y convertir su debut en -la que sin duda será- una de las mejores películas de 2023.
Si hay que ponerle nota: ****
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