Hay películas adictivas. Películas que se vuelven a ver una y otra vez, que uno disfruta más allá de toda lógica racional. Da igual el nivel de perfección técnica que posean, la calidad intrínseca de su contenido o el resultado final en cuanto a equilibrio de contenidos y profundidad de desarrollo. Enganchan más allá de sus errores, emocionan más allá de sus fallos y carencias. "El Guerrero nº 13" es una de esas películas.
EL GUERRERO Nº13 de John McTiernan: ***1/2
Con una mínima atención a su visionado cualquier espectador notará los cortes, cambios y alteraciones en la cinta, la desaparición de ciertos personajes secundarios (los dos femeninos o el rey y su hijo), la inconsistencia del guión con huecos, saltos y agujeros. Una sucesión de catastróficas desdichas tras el rodaje inicial llevaron a sustituir al compositor original (un trabajo muy interesante de Graeme Revell por otro lado), rodar nuevas escenas, cambiar el montaje, todo ello en manos ya de Michael Crichton, autor de la novela y productor de la película. Y pese a todo, como aventura funciona de maravilla, como ejercicio narrativo contiene momentos sublimes y desarrolla ideas con una belleza e impacto emocional que no están al alcance de casi ningún director actual, lo cual me lleva a echar de menos a John McTiernan en el cine cada vez que la vuelvo a ver. Todo ello con la considerable ayuda de un Jerry Goldsmith majestuoso, firmando una de las últimas grandes bandas sonoras de toda su carrera.
Para muestra de lo dicho, expongo dos momentos concretos: tras demostrar el protagonista, Ahmed (un más que correcto Antonio Banderas), su capacidad para el lenguaje aprendiendo el idioma de los vikingos durante su viaje al norte con ellos, su líder, Buliwyf (el impresionante Vladimir Kulich) en un momento aparte del grupo le pide que le enseñe a leer y escribir. Más tarde Buliwyf, herido de muerte, expresa abiertamente delante de todos el deseo de que sus hazañas perduren de forma escrita y Ahmed responde que sería un honor plasmar dichos logros. El respeto convertido en admiración mutua a través del lenguaje. Maravilloso.
Sin embargo la escena por la que "El Guerrero nº 13" merece ser recordada y formar parte del panteón de los grandes momentos épicos de la historia del cine, es la batalla final. Pero no por su exquisita planificación, su portentosa cámara lenta o su excepcional montaje. Sino por la conexión emocional que genera el hecho de que al principio de la historia Ahmed haya presenciado un funeral vikingo, mientras el que se convertirá en su amigo, Herger (un formidable Dennis Storhoi, auténtico roba planos de la función) le traduce el rezo de despedida de su pueblo. Instantes previos a la confrontación, un Buliwyf moribundo saca fuerzas de flaqueza, se interpone ante el ejército de enemigos a caballo que se aproxima y comienza a recitar la misma letanía. Uno a uno los restantes guerreros supervivientes se le unen y finalmente Ahmed a ellos. El crescendo en la música de Goldsmith (acertadamente titulada dicha pista "Valhalla/Viking Victory") junto con la planificación, montaje y actuación de los actores, eleva el conjunto a algo superior a la suma de sus partes. Se crea cine en estado puro y uno puede sentir la emoción del honor, la camaradería, el valor y la trascendencia. Solo por esta escena ya merecería la pena ver "El Guerrero nº 13" y aplaudirla a rabiar.
“He aquí que veo a mi padre, he aquí que veo a mi madre, a mis hermanas y mis hermanos. He aquí que veo el linaje de mi pueblo hasta sus principios. Y he aquí que me llaman, me piden que ocupe mi lugar entre ellos, en los atrios de Valhalla, el lugar donde viven los valientes para siempre.”
PD: Sin que sirva de precedente (porque odio cualquier publicidad gratuita para con Disney), la película está disponible en la plataforma Disney+.
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