El pasado domingo 27 de Febrero, este escribiente asistió al concierto más impresionante que ha tenido el placer de disfrutar hasta la fecha. El primero de los tres eventos musicales del ciclo OCNE 2010-2011 dedicados al compositor argentino.
CARTA BLANCA A OSVALDO GOLIJOV: ****1/2
La fuerte personalidad de su música, llena de aristas y recovecos, plagada de bifurcaciones emocionales, compleja, desafiante, pero siempre plena de expresividad y emoción, convierte a Osvaldo Golijov en un músico a considerar entre lo más granado de su generación, uno de los compositores contemporáneos más importantes, y a buen seguro el más ecléctico. Por ello que las obras escogidas para su concierto sinfónico de apertura no pudieron ser más acertadas, con una selección de siete piezas pertenecientes a JUVENTUD SIN JUVENTUD (****) como aperitivo, su primer trabajo cinematográfico para Francis Ford Coppola. El carácter terriblemente nostálgico de la composición, sus aires de pérdida y pasión difuminada por el tiempo, así como la subliminalidad de su orquestación, que juega tanto con la querida mezcolanza étnica del músico como con la subyugante interpretación de sus solistas, sirvió de acicate para que Kayhan Kailor al violín persa, Thünde Balbastre al cimbalón y Michael Ward-Bergeman al hiper-acordeón, conjugaran sus fascinantes sonoridades melódicas con una soberbia electrónica integrada a la perfección dentro del discurso, consiguiendo junto a una estupenda Orquesta Nacional, a la que quizás le faltó algo de intensidad ocasional en la cuerda, retrotraer las sensaciones más sutiles y dúctiles de una historia de amor mucho más interesantemente ilustrada por el músico que por el realizador de la cinta que la sugiere.
De su ya famosa y reconocida LA PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS (****1/2) se ofrecieron seis pasajes, posiblemente poco representativos de la extraordinaria variedad y colorido del conjunto, pero innegablemente acertados en cuanto a mostrar el arrojo de Golijov a la hora de enfrentarse a la reinvención del lenguaje musical dentro del ideario de la propuesta. De este modo el abordaje que se ejecuta sobre Bach resulta especialmente atractivo por todo lo que supone como ejercicio de mestizaje en cuya ejecución destacó el duelo de Biella Da Costa (cantante) y María Hinojosa (soprano), dentro de una obra coral ante todo cuyos tintes afrocubanos y portentosas secciones polirrítimicas quedaron relegadas frente las exhibiciones del magnífico Coro Nacional. Pero incluso un botón muestrario de tamaña partitura es capaz de dejar anonadado al melómano más exigente, como así ocurrió durante la ejecución de pasajes como "Demos gracias al señor" o el éxtasis final de "Agonía". Una creación abrumadora y revolucionaria, que demuestra que la multiculturalidad y su conjugación poliédrica son, en manos del argentino, herramientas para transformar y mezclar con inventiva y habilidad cualquier idea sonora.
Pero si de genio y asombro se trata, fue AZUL (*****) su concierto para violonchelo y orquesta, la composición cumbre del concierto y posiblemente la obra maestra de Golijov hasta la fecha. Inédita en España y aun por ver edición discográfica, esta pieza aúna retazos estructurales de chacona y passacaglia, convirtiéndose en un viaje iniciático para el impresionante chelo de Alisa Weilersten, pero siguiendo de cerca su sendero el hiper-acordeón del mencionado Ward-Bergeman, así como los destacados percusionistas Jamey Hadad y Cyro Baptista, cuyas etéreas invocaciones a lo largo de la obra ofrecían un abanico interminable de fascinantes propuestas sonoras y aditamentos que fluían orgánicamente en su diálogo con la voz principal y la orquesta. Viaje de ida y vuelta al cosmos, su inicio cuasi titubeante da paso al asentamiento de la voz del chelo sobre su propio recorrido, haciendo su camino al andar como decía el poeta y descubriendo al tiempo que transformando los lugares más maravillosos a los que es capaz de llevar la escritura melódica y polifónica un Golijov expandido y ambicioso, que se regenera a cada nueva línea, con cada nueva nota, hasta alcanzar un clímax superlativo de intensidad incontenible, donde Weilersten brilló a la altura de los dioses del instrumento. Para algunos de los asistentes, esta obra alcanzó carácter epifánico, pues sentimos entrever durante su ejecución el portal a otro mundo. La más pura y palpable demostración de hasta donde la música puede llegar; a tocar nuestra alma.
Puedes leer la crónica completa de los conciertos en Scoremagacine.
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