jueves, 4 de octubre de 2012

Narrativa: Paikea

Hoy rebuscando en el Pc de los recuerdos he encontrado un pequeño relato inspirado en la mitología y folclore mahoríes. Haciendo memoria lo ubico entre la escucha de aquel trabajo de Lisa Gerrard y el visionado del -más que interesante- film al que corresponde dicha música; WHALE RIDER, hace ya diez años. De nuevo he intentado preservarlo lo más intacto posible pese a la bisoñez de ciertos pasajes.

PAIKEA

Hace cientos de años los pobladores de las costas del suroeste de Australia estaban pereciendo, la tierra y los alimentos se agotaban. Algunas tribus habían emigrado al norte a traves de las costas, otras al centro y algunas, se decía, habían prosperado en islas cercanas. Pero la última tribu de aborigenes había decidido permanecer en su hogar. El jefe de la última tribu de las costas del suroeste había tenido a una sola hija como descendencia; Paikea. El quería que ella tuviese un lugar que considerar suyo y por ello permanecieron allí, pues sabía que la pequeña seguramente no sobreviviría a un exodo a traves del continente.

Una noche, cuando Paikea tenía apenas doce años escuchó a su padre discutir con otros hombres de la tribu que para sobrevivir debían buscar una nueva tierra y viajar como lo llevaban haciendo incontables generaciones las ballenas que veían desde la costa con el fin de cada verano. Paikea soño esa misma noche que una ballena la llamaba desde el mar, una joven ballena azul la llamaba por su nombre bajo el agua y el sonido le llegaba nitido y claro a sus oidos. "¡Paikea!, ¡Paikea!", la ballena solo repetía su nombre y luego atravesaba cientos de kilómetros de agua, recorriendo sin parar distancias que ningún hombre podría nadar jamás. La joven se pasó todo el día siguiente mirando hacia el mar desde la costa, buscando su ballena.

Durante cuatro años la hija del jefe tuvo regularmente el mismo sueño, unas veces lo recordaba mejor y otras no, en ocasiones casi podía sentir el agua en el lomo de la ballena y el susurro del eco de su nombre en el oido, otras casi no recordaba nada. Cuando cumplió los dieciseis años la tribu estaba al borde de la desaparición, tan solo un centenar de ellos vivían de los miles que fueron en el momento de su esplendor. La noche de su cumpleaños la luna llena iluminaba la costa y Paikea tuvo un nuevo sueño, la ballena le decía que el momento había llegado. "¡Ahora!, ¡Ahora!", las palabras sonaron tan fuerte dentro de su cabeza que se despertó y corrió hacia el acantilado desde el que siempre se habían visto a las ballenas realizar su viaje y allí estaban. Una de ellas estaba más cerca de la costa que las demás y cuando Paikea la oyó, supo que era su ballena y que la estaba llamando. El momento había llegado, así que saltó desde el acantilado y cayó al mar hundiendose casi hasta el coral del fondo, nadó hasta la ballena que la esperaba y a la luz de la luna pudo ver sus ojos. Se subió a su lomo y miró el acantilado y la costa donde dejaba a su padre y su hogar mientras la gran ballena comenzaba a internarse en el mar.

Durante dos días y medio Paikea viajó sobre el lomo de la ballena sin comida, sin descanso y durante todo ese tiempo la ballena no se sumergió una sola vez, recorriendo toda esa distancia que en sus sueños ya había visto cada noche durante cuatro años. Tras el amancer del tercer día Paikea vió tierra en el horizonte. Cuando pisó la playa supo que ese sería el nuevo hogar para su tribu, para ella y el comienzo de una nueva vida. Construyó una balsa y regresó con su padre. Serían los Whangara los primeros habitantes de Nueva Zelanda y la historia de Paikea, hija del jefe de la tribu, la leyenda que todavía perdura en aquellas tierras. Hasta su muerte Paikea volvió cada noche a la playa donde la ballena la dejó, esperándo volver a verla, algo que nunca sucedió.

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