La aportación musical del autor de GORDOS a la cinematografía de Gracia Querejeta resulta cuando menos refrescante, dados los pasos previos siempre de la mano de Ángel Illarramendi. Mientras éste aportaba emotividad y liberación final en función de una asociación temática directa, Gaigne explora con éxito el acompañamiento sonoro desde su vena creativa cercana al minimalismo.
SIETE MESAS DE BILLAR FRANCÉS de Pascal Gaigne: ***
Para esta cinta el compositor de origen galo echa mano de su particular estilo escribiendo una partitura sencilla, algo esquemática en su propuesta temaria, pero plenamente satisfactoria en desarrollo y cualidades melódicas, algo a lo que nos tiene acostumbrados. Para ambientar y acompañar el drama de la protagonista de la cinta en su viaje de redescubrimiento paterno póstumo y la propia reconstrucción vital en la que se embarca a raíz del mismo, el autor opta por construir cuatro temas destacados que funcionarán como pilares emocionales en la narración. La predominancia del piano se hace notar de forma casi continua durante toda la partitura, resultando ser el eje sobre el que se apoyan todas las emociones importantes de la película. El primero de esos temas será el que de título al film “Siete mesas de billar francés”, que abre el disco de forma estupenda, asociando directamente su sonoridad y estructura a la melodía principal de LE COU DE LA GIRAFE (deudora de su "L´Enfant Debout"). La pieza en sí resulta tan agradable como poco sorprendente dentro de la carrera de Gaigne, una suerte de vals para piano y cuerda que aúna melancolía con ribetes cómicos y que llegará a aparecer hasta tres veces en distintas versiones posteriores. Más interesante, aunque igualmente predecible en formas resulta el segundo tema “Avanti”, un animoso scherzo del que también encontraremos diversas variaciones a lo largo del score y que puede recordar a un vivaracho Elmer Bernstein en su mejor época.
El drama se aborda con una líneas menos predecibles, en cuya profundidad se atisba la mezcolanza de los sentimientos más hirientes que se abordan durante la trama. Los cortes “Reflexiones” y “Casi silencio” resultan ser estos ejercicios de contención, destacando en ellos la conmovedora cuerda que acompaña al primero y el piano durante el segundo. Al igual que los iniciales temas más deudores de la rítmica, los momentos pausados también experimentan varias apariciones e incluso se intercalan con aquellos como se puede apreciar en la segunda parte de “Casi silencio”. Del conjunto que configura este cuarteto temático tan solo se escapa una pieza autónoma, que destaca dentro del mismo por su carácter opuesto; la pista “Xi-Xi” que desgrana un momento diegético pulcramente escrito y ejecutado que ambienta una escena en un restaurante oriental, con la consiguiente sonoridad étnica que le corresponde. La conclusión final de “Umbral” –pieza que cierra la selección de música original que apenas alcanza los 35 minutos– aglutina varios de los temas importantes dando cuerpo a una conclusión lógica para una partitura sobria, elegante y que incluso sin elementos especialmente destacables, consigue en la brevedad de sus planteamientos convencer por completo en su recorrido dramático, hermoso, sentido y directo.
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