Repaso de las películas vistas durante los dos últimos meses del año 2015. A destacar la decepción de la sobrevalorada por la crítica gafa-pasta de cuadernos de 8 y tres cuartos LA ASESINA y el comienzo de un ciclo personal dedicado a Jacques Tati.
PELÍCULAS VISTAS DURANTE NOVIEMBRE-DICIEMBRE 2015
EL cine oriental me gusta tanto como al que más. Me gustan Kitano, Kurosawa, Joon Ho, Miike, Chan-Woo, Ozu y Mizoguchi, y algunos más de los cuales no recuerdo bien el nombre. Pero eso no significa encumbrar productos exóticos por puro esnobismo contemplativo. Este trabajo preciosista y esteticista puede verse como una obra de arte pictórica en movimiento, pero no cuenta, ni narra, ni alcanza -para mi limitado intelecto- a transmitir emoción alguna. Bellísimo envoltorio recubriendo algo que nunca estuvo allí o que no he sido capaz de percibir.
Una de esas eternas asignaturas pendientes cinéfilas de este amante del cine era el trabajo del francés Jacques Tati. Con la sublime edición de A Contracorriente en una fabulosa caja en Blu-Ray, la deuda se ha saldado. Ahora, cronológicamente comienzo con este divertidísimo y costumbrista retrato de la Francia de la (2ª) post-guerra mundial, llenando de brío, hallazgos visuales, gags brillantes y un humor delirante, un relato sencillo y afable del optimismo desbordante de un personaje simplón y adorable en conflicto con la modernidad.
La última joya de Pixar merece un puesto destacado en la historia de la compañía, dando un paso adelante en la visualización de un carrusel desbordante de imaginación en cuanto a la traducción del proceso emocional de maduración de una hija única que acaba de mudarse de ciudad con sus padres. Hermosa, intuitiva, didáctica, divertida, triste, emotiva a fin de cuentas desde un prisma desarmante y humano como pocas veces se ha alcanzado en el género animado, es además de una maestría audiovisual incomparable. Una joya que perdurará en el tiempo.
Al Bond de Daniel Craig se le ha acabado el fuelle. Aunque la taquilla haya respondido, la saga ha alcanzado su punto de inflexión recurriendo (como apuntaba el cierre de su capítulo previo) a una vuelta al espíritu del personaje, recuperando una esencia caduca que tras intentar remozar y modernizar, queda diluida en un discurso en esencia reiterativo y plano, un deja vu continuo sin elementos que sustenten el siguiente paso en falso que han decidido acometer. Entretiene, por supuesto, y Sam Mendes aporta vistosidad y narración coherente, pero poco más.
STAR WARS, EL DESPERTAR DE LA FUERZA: **
Resulta difícil abordar con ecuanimidad un nuevo capítulo de la saga de sagas, de un producto audiovisual que se ha convertido en cultura popular y más allá para millones en todo el mundo. Al caer en manos de Disney el riesgo es nulo y lo políticamente correcto se impone a fuego, con J.J. Abrams a bordo el cliché resultón y los lugares comunes están asegurados, por lo que solo queda desconectar la parte crítica del cerebro para disfrutar de un juguete nostálgico y artesano en cuyo escapismo (y Harrison Ford) se centran sus escasos valores.
STAR WARS, EL DESPERTAR DE LA FUERZA: **
Resulta difícil abordar con ecuanimidad un nuevo capítulo de la saga de sagas, de un producto audiovisual que se ha convertido en cultura popular y más allá para millones en todo el mundo. Al caer en manos de Disney el riesgo es nulo y lo políticamente correcto se impone a fuego, con J.J. Abrams a bordo el cliché resultón y los lugares comunes están asegurados, por lo que solo queda desconectar la parte crítica del cerebro para disfrutar de un juguete nostálgico y artesano en cuyo escapismo (y Harrison Ford) se centran sus escasos valores.
En su momento esta magnífica cinta de John Mctiernan supuso un serio batacazo comercial para su estrella Arnold Schwarzenegger, que se arriesgó a realizar una pirueta metalingüística sobre el género de acción y su propia persona, contando con el guionista Shane Black para aderezar con brío un producto impecable, en cuyo recorrido -rodado de forma brillante, como era costumbre en el realizador- hay espectáculo, diversión y una lúcida reflexión sobre el paso del tiempo, la ficción y la realidad. Nada menos.