Hoy toca reseña/comentario/crítica de la primera temporada de DAREDEVIL emitida por el canal americano on-line Netflix. Los superheroes lo invaden todo. La fusión de Marvel con Disney intenta copar el mercado internacional de blockbusters en cine y DC parecía llevarle ventaja en la pequeña pantalla con sucedáneos blanditos como SMALLVILLE, ARROW o la más digerible FLASH. Pero eso ha cambiado.
DAREDEVIL TEMPORADA 1 de Drew Goddard: ***1/2
Para empezar un nombre de confianza; Drew Goddard, responsable de esa joya del terror metareferencial moderno que es THE CABIN IN THE WOODS, en la que si bien la mano de Joss Wheddon se dejaba ver, el talento propio de su colaborador de confianza mantenía más que firme su capaz mano. DAREDEVIL empezó con problemas y el propio Goddard acabó por ceder el testigo y quedar supervisando en segundo plano mientras se buscaba cadena de emisión. Tras aceptarla HBO a un par de años vista por exceso de parrilla propia, la cada vez más pujante NETFLIX aceptó las condiciones y el resultado ha superado con creces las expectativas de todos, ya sean propios, fans marvelitas o extraños. DAREDEVIL es un producto adulto, desarrollado con brío, contundencia y arrojo, con las miras puestas en sus propias posibilidades -que son muchas- no en potenciales targets de audiencia, no en secuencias molonas creadas por CGI, no en guiños para contentar a fanboys caprichosos y ruidosos de las redes sociales, no en definitiva para agradar, sino para convencer e incluso por momentos sorprender. Y hay que aplaudir esta actitud.
La primera temporada de DAREDEVIL es un ejemplo de como adaptar bien un personaje de cómic a otro formato sin renunciar a nada que el público adulto y exigente de la televisión moderna (esa televisión que nos ha entregado maravillas como BREAKING BAD, DEADWOOD o HOUSE OF CARDS) demande de una producción de calidad a estas alturas. Matt Murdock el abogado ciego de Hell´s Kitchen siempre fue un personaje torturado, acosado por fantasmas del pasado, de oscura dualidad y una agónica culpa católica revoloteando sobre su cabeza sensorialmente hiperdesarrollada en compensación a su ceguera. Su origen humilde, lejos del glamour trágico de Bruce Wayne en su reflejo a través del espejo de la compañía rival DC, lo humanizaba y acercaba a la calle, de la que nunca perdía contacto, tanto de noche como justiciero vigilante, como de día ejerciendo la ley en defensa de los más débiles. La pérdida de su padre (al igual que Batman) lo transformaba y definía más allá de los atuendos de sus actividades diurnas y nocturnas, convirtiéndolo en un caldo de cultivo dramático espléndido para un escritor con talento. Frank Miller fue ese escritor en la época de gloria de la serie en viñetas, al que el atuendo de Matt durante el grueso de esta temporada rinde tributo, culminando un ciclo que ya forma parte de lo más florido de la Casa de las Ideas y que esperemos ver en un futuro dentro de esta magnífica adaptación televisiva: "Born Again".
Para esta primera temporada (ya han renovado para segunda), el relato comienza in media res, contando en flashbacks el origen del protagonista así como los momentos clave de su pasado, desde el arranque legal de la andadura de Matt y su socio y amigo Foggy Nelson, hasta su confrontación definitiva con Wilson Fisk (futuro Kingpin) en todos los campos. Encontraremos a Karen Page como víctima y cliente del primer caso de la pareja de abogados, al periodista Ben Urich instado a investigar los sucesos más dudosos de Hell´s Kitchen, a Stick maestro y mentor de Matt y un buen número más de excelentes secundarios que no comparten espacio por el simple hecho de rellenar huecos, sino que poseen entidad, desarrollo personal propio y carisma. Un logro que la televisión moderna ha adoptado con orgullo: tomarse tiempo para perfilar y enriquecer a sus personajes más allá de las típicas pinceladas habituales. Además la brutal fisicidad y explícita violencia de las peleas y enfrentamientos ayuda a describir más allá del espectáculo la propia esencia de los caracteres principales: desde la firmeza aplastante de Fisk, hasta las proezas acrobáticas de Matt, que recibe en algunos capítulos más golpes, cortes, apuñalamientos y lesiones que todos los héroes Marvel de cine juntos en todas sus películas.
Estupendas escenas de acción, magníficas coreografías, cuidada fotografía, una gran cabecera para los créditos iniciales, unos guiones elaborados y respetuosos con la esencia del personaje y con el espectador, así como una serie de directores hábiles que se toman su tiempo pero que avanzan con aplomo y seguridad sobre un material bien tramado. Y por supuesto dos elementos que elevan la producción hasta prácticamente la excelencia, siendo el primero su elenco actoral. Empezamos por la acertada y sorpredente caracterización de Charlie Cox (al que recordamos de "Stardust" o la reciente "Theory of Everything") como Matt Murdock (no habría sido mi primera elección, pero hay que reconocerle el mérito compositivo y las aptitudes físicas), así como su némesis en el poderoso Vincent D´Onofrio, inseguro en lo emocional y brutal en lo resolutivo, con un trabajo vocal expresivo admirable (imprescindible V.O.). Elden Henson como un espléndido Foggy, Rosario Dawson cada vez más atractiva -si es que eso es posible- como Claire, amor fugaz y enfermera de los múltiples estropicios sobre el cuerpo de Matt, y un sinfín más de aciertos de casting: la exótica belleza de Ayelet Zurer como Vanessa (con otra importante referencia al Miller de "Amor y Guerra"), la ironía elegante de Bob Gunton, la impagable presencia de Scott Glenn o la ex-vampira Deborah Ann Wolf como una convincente Karen. Un sobresaliente para este apartado. Y segundo: Nueva York. La serie ha sido rodada en la misma ciudad que vió nacer a Matt y a Daredevil, en las calles del barrio en el que viven, sufren, rien, pierden y aman sus personajes. Y esa palpable sensación de verismo que destilan sus calles, sus luces de neón, sus callejones oscuros o sus luminosos rascacielos a plena luz del día, hacen que la experiencia sea completa.
La primera temporada de DAREDEVIL se descubre como el sleeper del año en cuanto a adaptación de calidad dramática, sin renunciar a pizcas de humor, de un producto con enorme proyección (ya tenemos unas ganas locas de ver a Elektra o Punisher en la siguiente ronda) y respeto por la esencia del cómic en el que se inspira, además de por mantener la continuidad exterior del universo Marvel en cine con una pirueta logística de aupa. Y pese a una resolución un tanto previsible (con traje de cuero que nos recuerda al despropósito de Ben Affleck), quizás forzada por la inseguridad inherente a un producto a priori arriesgado en el que quizás no confiaban al cien por cien a la hora de renovar para segunda vuelta sus propios responsables, son trece episodios de puro deleite, para iniciados o no.