sábado, 6 de julio de 2013

Cómic: Mensajes en una botella

Hoy reseña/crítica/comentario de MENSAJES EN UNA BOTELLA. A veces hay que indagar un poco en las disciplinas que tanto nos gustan y averiguar quienes son los responsables de su depuración, de su madurez y desarrollo como artes plásticas, pues a ellos les debemos parte de la grandeza y esplendor que lucen.

MENSAJES EN UNA BOTELLA: LO MEJOR DE B. KRIGSTEIN
de Bernard Krigstein: ****

El talento de un artista no puede medirse en ocasiones por el éxito de una obra en concreto, ni por la popularidad de un serial, personaje o etapa editorial destacada en una cabecera de relumbrón o alicaída y levantada por su estimulante trabajo. A veces simplemente la genialidad gotea por entre las viñetas inconexas de varias publicaciones y épocas, por los apretados senderos que deja la censura, las restricciones y las modas imperantes. En ocasiones autores tan extraordinarios como Bernie Krigstein consiguen extraer oro puro de la misma presión a la que se ven sometidos por todas y cada una de esas barreras a superar y esquivar a la hora de finalizar su trabajo. Porque suya es no solo una las obras maestras del tebeo en toda su historia dentro del formato de la narrativa corta, por supuesto hablamos de las ocho páginas de "Master Race" ("Raza superior"), sino también la calidad formal, inventiva, atrevimiento y solidez artística de un autor capaz de adelantarse a su tiempo y desafiar las convenciones narrativas en un medio, el cómic, durante uno de sus periodos -la década de los 40- más constreñidos y convulsos.

Artista vocacional, Krigstein entró de modo casual en el mundillo del tebeo buscando un sustento menos precario que la ilustración, y lo hizo en una época en la que los márgenes de la disciplina parecían estrecharse por momentos, pero en cuyo espacio el autor encontró un universo de posibilidades expositivas no alumbradas hasta el momento. La diagramación de sus primeras historietas ofrece la mímesis estilística de una serie de recursos gráficos que denotan lo coetáneo de su adaptación e incipiente aprendizaje al tiempo que unas rudimentarias señas de identidad en la narración y la caracterización de personajes ("Buck Sanders", "The Treasure Keeper"). Rápidamente la planificación de las secuencias en las tramas que dibuja adquiere un peso específico más elaborado y cinético ("Estafar al embaucador", "El error" y las entregas de "Nuggets Nugent"), dando paso a una esquematización visual de mayor robustez y agilidad ("Monstruo de los mares", "Corazón de plata negra") con mayor definición facial y una asombrosa soltura corporal. Al poco, la maestría de Krigstein entrega pequeñas maravillas visuales ("La máquina voladora", "Las catacumbas", "Justicia Poética") que ejemplifican un modelo rabiosamente moderno de narrativa gráfica, mezcla de belleza plástica, necesidades dramáticas y sorpresa continua.

Con este nivel de progresión no es raro encontrar trabajos de una solidez indiscutible en los que la fuerza de sus propuestas e infinidad de opciones visuales en ellas esgrimidas avasallan al lector por su riqueza conceptual y potencia expresiva. Poco importa que las excusas argumentales sean en ocasiones manidas o ingenuas, moralistas en exceso o simplemente tontas anécdotas ("Llavero", "En la bolsa"), Krigstein las aborda todas con un lenguaje florido, de una claridad expositiva rica, elaborada, directa y absorbente. Un genio del arte secuencial cuya obra se encuentra magníficamente representada en este impecable libro editado por Diábolo en tapa dura y con color restaurado, incluyendo lo más representativo y conocido de su mano y contando además con una magnífica -en la mayor parte de los casos- reproducción de las planchas originales. Una edición inmejorable para conocer y admirar la grandeza de Bernard Krigstein.

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