jueves, 23 de febrero de 2012

BSO: Carles Cases

Hoy recupero las dos reseñas, la más reciente y la primera que le dediqué, escritas sobre sendos trabajos de uno de los compositores nacionales más polivalentes y personales.

NEGRE BUENOS AIRES: ***1/2
Una vez más Carles Cases demuestra con otro gran trabajo por qué forma parte del selecto club de intocables de la banda sonora nacional. Autores que se niegan a claudicar ante el avance de la impersonalidad y la desidia formulista imperante a costa de ser cada vez menos asiduos a estrenos de calibre o poder disfrutar nosotros de lanzamientos discográficos suyos, lo cual convierte estas ocasionales sorpresas en obligatorios deleites para todo aficionado con un mínimo criterio y en parada ineludible para el seguidor de la música del catalán, que entrega con NEGRE BUENOS AIRES un trabajo que, independientemente del retraso en su escucha o la débil pertenencia fílmica con cuya excusa nos llega la música del compositor, colma con mucho las exiguas aportaciones al mercado nacional con un mínimo de estilo y creatividad. Será por ello tanto una declaración de principios como un trabajo sólido lo que invariablemente encontraremos en cada nueva aportación suya con independencia del género al que se adscriba o del punto de partida del que surja su inspirada mano, en este caso un thriller de tintes sociales y políticos en una Argentina convulsa en su hora crítica, a la que nos acercamos peligrosamente cada día más.

El arranque del disco no puede ser más definitorio de las intenciones descriptivas y emocionales del músico, empleando para ello una propulsiva pieza rítmica para cuerda con aires de tango y el bandoneón como voz destacada en "El Maletín", un tema que anuncia la atribulada historia que vamos a presenciar y que desliza algo de picaresca en su tono aparentemente liviano junto a la pulsátil sensación de enredo imparable con figuras para viento madera, metales y cuerdas en staccato à la Bernstein. Un derroche de energía de los que ya no se escuchan en el cine contemporáneo que tendrá su continuación en la pista "El Corralito", que en sus intervenciones para piano recuerdan al celebrado tema central de Cases para su "Juego de Rol", y con exquisitas digresiones jazzístico-pianísticas a lo largo de "Cena en El Tigre". El tono a medio camino entre la melancolía y el romanticismo de "Alma Blanca" se torna en misterioso con sutilidad para recuperar el ambiente lírico de atmósfera fatalista con una fluidez pasmosa. "Alma" continúa con esta ductilidad melódica, apelando al sentimiento trágico del chelo en el desarrollo de una melodía delicada y envolvente, cuyo tratamiento al piano y su mezcla con el bandoneón como tercer vértice sonoro arranca alguno de los mejores momentos de la banda sonora en su pureza musical.

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EL PORTERO: ****
Concebida como un atípico western por su director Gonzalo Suarez, la historia de EL PORTERO nos cuenta las aventuras de un guardameta en el norte de la España de mitad del siglo pasado. El film sirve, en el apartado que nos atañe, para presentar algunas de las muchas virtudes compositivas y formativas de un músico pleno, capaz de hilar con éxito indiscutible cada género al que se aproxima.  Carles Cases aborda el film, tras la genial colaboración previa con el realizador en MI NOMBRE ES SOMBRA (quizás todavía el mejor trabajo del compositor para la gran pantalla), de una forma sorprendente dentro de los cánones nacionales, pues sin carencias de ningún tipo, el acabado de la construcción musical, la orquestación o el abanico temático no dejan lugar a dudas sobre la capacidad del autor para construir música de western con toda la solidez y convicción de un maestro.

El disco, editado escuetamente por la casa discográfica JMB, se abre con el corte que da título al film, “El portero” un tema de resonancias cómicas, casi paródicas en su inicio para armónica y steel guitar contrapunteadas por la cuerda en pizzicatos y figuras americanas inconfundibles. Pero rápidamente el tema entra en un exquisito desarrollo orquestal y melódico, tan descriptivo como brillantemente orquestado. “Balada y velada” presenta un delicado tema de amor para viento-madera donde la belleza de su melodía se entremezcla con la sutil intervención de una sonoridad cuasi barroca (tan cara al compositor) en las formas que la cierran, completándose así uno de los momentos más hermosos del disco. En “El número uno”, un pequeño scherzo de ánimo vitalista, se recupera el ambiente coplandesco con un pizpireto ostinato en la cuerda durante su sección central que nos lleva in crescendo y directamente al far west, mientras en “Ha llegado Nardo” se mezclan de forma genial la sonoridad americana, con la inspiración clasicista. Aunque si de sorpresa se trata, la pista “Los maquis” es la que se lleva la palma, un carrusel de inventiva donde tiene cabida el punteo rítmico para cuerda, la susurrante intervención vocal masculina o la percusión polifónica que da paso a un nuevo tema con estructura de canon que se desliza hacia la marcha cómica y que finaliza con un inquietante acorde para cuerdas. Todo un tour de force de fusión y creatividad para el mejor pasaje de la banda sonora que tiene su curiosa continuación temática en “La guardia Lada”, otro fragmento memorable.

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